por Cristian
Venir a La Patagonia, para pasar un mes embarcado en un velero estudiando la fauna local es, sin duda, una de las mayores aventuras de mi vida hasta el momento. Nunca habría imaginado tener la oportunidad de estudiar animales tan exóticos, con la inestimable colaboración de un extraordinario equipo de profesionales entregados a la ciencia. Estoy tremendamente agradecido a Keri y Gregg por alojarnos durante este periodo en su embarcación, a Vreni Häussermann por su cordial invitación al Instituto de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSAÆ) a participar en la expedición, y al propio IUSAÆ por haber permitido que empleara mi último mes de doctorado en esta tarea.
Los fiordos de La Patagonia son un entramado de canales de una mezcla de agua dulce y salada, que separan una infinidad de islas cubiertas por una vegetación exuberante. El clima es duro, siendo el frío y la humedad una constante, aunque ocasionalmente las nubes se disipan y aparece un sol radiante dominando en un bonito cielo azul. Los paisajes son simplemente estremecedores… siendo frecuente observar todo tipo de animales, desde aves de especies muy heterogéneas, hasta las impresionantes ballenas que se adentran en el laberinto de fiordos en busca de alimento.
La vida en el barco es sin duda un reto. El espacio es reducido y es compartido por todos los integrantes del equipo. Nunca había imaginado como es vivir en un velero. El Saoirse está repleto de escondites en los que se almacena comida, equipamiento y los utensilios de uso cotidiano. No obstante, el ambiente que se respira en la nave es motivador. Cada persona domina su especialidad de trabajo, pero el conocimiento se comparte con el resto y aprendemos muchísimo los unos de los otros.
Durante mi formación en patología de cetáceos, he tenido la oportunidad de observar y conocer muy de cerca diversos ejemplares de ballenas. Sin embargo, estas experiencias siempre habían sido cuando el animal había fallecido. Nunca había presenciado de cerca un ejemplar vivo de ballena hasta ahora. Es indescriptible la sensación de sentir el enorme soplo de uno de estos colosos a escasos metros. Esa es una imagen que quedará grabada en mi retina de por vida.
El trabajo aquí es muy interesante. Cuando el tiempo lo permite recorremos en bote las costas de los fiordos, en busca de cadáveres de ballenas para cuantificarlos, así como tomar diversos datos y muestras. De la mayoría de los ejemplares sólo quedan los restos óseos, por lo que se trata más de una tarea de paleontología más que de patología, sin embargo, siempre conseguimos información útil. Otros individuos se encuentran en avanzado estado de descomposición y los restos del cadáver sirven de provecho para todo tipo de comensales, desde aves carroñeras, hasta estrellas de mar. No obstante, encontramos más cosas interesantes además de los cadáveres de ballenas. Durante algunas de las incursiones se han observado aves que mostraban signos de enfermedad, así como algunos cadáveres. Lamentablemente, no contamos con los permisos necesarios para estudiar estos ejemplares, por lo que debemos refrenar nuestra curiosidad científica.
En las últimas décadas, los ecosistemas marinos se han visto notoriamente alterados debido al impacto antropogénico, lo cual ha originado una marcada reducción en numerosas especies de cetáceos. Espero, que con los datos que estamos recopilando podamos avanzar en el estudio de la patología de los cetáceos, lo que permitirá mejorar las estrategias de recuperación y conservación de estas especies animales.